EDAD CONTEMPORANEA
No podía empezar de otro modo el nuevo periodo histórico que con un enfrentamiento armado: la guerra de la Independencia.
A diferencia de conflictos anteriores, Zarza no fue excesivamente castigada por los invasores franceses, a pesar de que éstos hicieron de la población uno de sus cuarteles base para atacar Portugal. Especialmente nefasto, el verano de 1810 se convirtió en el tiempo de más agobio militar, con la estancia de todo un ejército al mando del general Regniex.

En contraposición fueron varios los zarceños que participaron en la milicia popular contra las tropas galas. Pero concluido el choque, ninguno de ellos obtuvo provecho y las cosas siguieron muy similares previo a la llegada del francés.
Los tiempos posteriores estuvieron caracterizados por las convulsiones políticas del resto del estado español. Liberales y conservadores se fueron repartiendo el poder, dejando de lado la resolución de muchos problemas que trababan el progreso de pueblos como Zarza la Mayor.
Aquí la vida mantenía sus duras condiciones de supervivencia. La población, que crecía a ritmo vertiginoso, se encontraba con unas jerarquías sociales muy anquilosadas y con un reparto de la riqueza muy desigual. La mayor parte de los zarceños eran simples labradores y gañanes del campo, sometidos a los deseos de los poderosos y caciques locales.
Con unas expectativas nulas de mejora, muchos se pasaron al lado oscuro, viendo en la práctica del ya tan tradicional oficio del contrabando la única salida a su penosa situación. Otros se convirtieron en meros bandidos, dejando el recuerdo de sus nombres en la leyenda popular: Florencio Mata fue, posiblemente, uno de los más repetidos en las narraciones, junto al calor del fuego, las largas noches de invierno. Incluso los movimientos de ideas carlistas, que surgieron en varias ocasiones durante el XIX, encontraron eco en tierras zarceñas con la creación de partidas de escopeteros voluntarios, unos a favor y otros en contra.
Contrabando y bandoleros fue la tónica durante largo tiempo. Mientras tanto, quien renegaba de asumir tales papeles, no le quedaba otra que acatar la dura vida en el campo, trabajando una tierra muy estéril, siempre preferida para los ganaderos trashumantes, si bien hasta éstos conocieron un gran retroceso respecto a etapas precedentes. Las actividades fabriles destacaban por su ausencia, y todo se resumía en unos pocos hombres dedicados a la alfarería y forja. El resto: pastores, labradores, gente sin oficio ni beneficio. Pura ruina.
A mediados de la centuria se quiso atisbar vientos de cambio con el proceso desamortizador, que pretendía liberar tierras para hacerlas accesibles a quien careciera de ellas. Pero todo fue un espejismo, que apenas trastoco el andamiaje de la sociedad zarceña.

Ya a finales del XIX y primeras décadas del XX se agitaron los ánimos y poco a poco se percibió la posibilidad de mejoras. Fueron los años ilusionantes del movimiento obrero, del socialismo y otras ideas que unificaban a las masas más desposeídas de la población, cuyo número seguía increscendo.
Un esmero en la higiene, alimentación y otros factores favorecieron un alivio en las condiciones de vida, aunque esta seguía protagonizada por los modos agroganaderos, aunados en dos ferias anuales de consideración: San Juan (junio) y San Bartolomé (agosto), que por esta fechas se complementaban ya con alguna industria a pequeña escala (molinos harineros, prensas aceiteras, estación eléctrica…)
Durante la II República (1931-1936) se acondicionaron caminos rurales, construcción de fuentes públicas, traída de agua a las casas, mejoras en la sanidad, luz en algunas calles, primeros aparatos telefónicos. Incluso el aspecto cultural fue considerable, con la edificación de las primeras escuelas unitarias.
Pero paralelamente se mantenían viejos usos, que ya eran toda una seña de identidad de la sociedad zarceña: la práctica del contrabando y el continuo trasiego comercial con Portugal, incapaces de ser arrinconados dando paso a otros modos.
Mientras tanto la política fue haciéndose un hueco, llegando a dividir a los vecinos en dos grupos antagónicos. Eran los preliminares del Alzamiento Nacional y comienzo de la Guerra Civil. Tres años muy duros, especialmente los meses correspondientes al verano de 1936.
Después, acabado el conflicto, vuelta a la rutina. Tiempo de claroscuros, con mejoras vacilantes. A destacar el freno al crecimiento demográfico. Desde la década de los años 50 del siglo XX comienza la gran evasión a las ciudades. El campo zarceño se va despoblando. Cada vez menos cereal sembrado, menos rebaños pastando, menos personas dedicadas a las faenas campestres.
La fisonomía urbana también cambia considerablemente. El asfaltado de las calles es una de las imágenes más impactantes y que mejor ejemplifican los aires de modernidad. Nuevas estructuras y servicios públicos para mejorar las condiciones de vida.
En puertas del siglo XXI Zarza la Mayor goza de lo más básico y de otros elementos adicionales: instalaciones deportivas, culturales, educativas, sanitarias, de administración… El decoro de edificios, y lugares inmediatos a la población, se cuida especialmente. Los zarceños comienzan a explotar un filón hasta el momento virgen: el medio ambiente natural que los rodea, y del cual destacan dos espacios: Canchos de Ramiro y Parque del Tajo Internacional, ambos dos zonas de gran interés paisajístico y avifáunico. El turismo rural se convierte en algo cotidiano y en la esperanza de futuro más inmediata.
En él, precisamente, Zarza la Mayor está empezando a escribir las páginas de un nuevo periodo de su ya amplia, antigua, rica y dilatada historia.
