EDAD MEDIA

 

La etapa latina termino bruscamente. Fueron las invasiones de pueblos bárbaros las que sumieron en sombras y vagas noticias aquel tiempo intermedio, del que sólo nos llegan referencias sobre continuas guerras que esquilmaron la vida de los campesinos.

Del dominio visigodo posterior muy poco se sabe. Todo son suposiciones hasta la entrada en escena de los árabes, ya en el siglo VIII de nuestra era.

Las tropas del bereber Tarik, tras su desembarco en Gibraltar en abril de 711, apenas encontraron oposición para ir conquistando el reino visigodo. Dos años más tarde dominaban toda la península.

Entre las tribus bereberes que se repartieron posteriormente el territorio se encontraban la de los Masmûda y los Nafza, gente muy belicosa y acostumbrada a la vida nómada. Ocuparon las zonas montañosas del norte extremeño actual y valles de los ríos Alagón y Tajo. Entre sus principales ciudades se encontraban Qantara as-l-Sayf (Alcántara) y Quriya (Coria). Pero al margen de estos dos núcleos existía una extensa red de pequeños asentamientos rurales, que servían de refugio tanto a las tropas como a los agricultores y ganaderos. Unos defendían el territorio y otros aprovechaban lo que éste les ofrecía para poder vivir.

La vida diaria para ambos nunca fue sencilla. Siempre existieron rivalidades entre clanes o contra el poder central residente en Badajoz. Por ese motivo fue necesario construir elementos defensivos, como atalayas, torres o castillos, que aseguraran la estabilidad de la comarca.

Cruz de la Orden de Alcantara

En el término municipal de Zarza la Mayor es fácil encontrar restos de esa arquitectura militar musulmana. El nombre legendario de lugares como Benavente o Pennas Rubias traen el recuerdo de atalayas guerreras que oteaban el horizonte avisando de la llegada de enemigos. Pero sin duda alguna, entre los castillos más importantes que se construyeron, es inevitable citar el de Racha Rachel.

Junto a estas edificaciones castrenses fueron formándose verdaderos núcleos poblacionales, que en muchas ocasiones aprovechaban los restos de asentamientos antiguos, procedentes de época romana-visigoda. Fue así como, en el mismo lugar dónde hoy se encuentra situada Zarza la Mayor, surgió un pequeño caserío al amparo de una atalaya de vigilancia que, gracias a su posición intermedia, comunicaba, mediante señales de humo, los castillos de Benavente y Racha Rachel.

Hasta mediado el siglo XI todas estas fortificaciones y sus poblados anejos no lograron demasiada importancia, pero a partir de entonces, ya en plena Baja Edad Media, obtuvieron una primacía considerable, debido a que sirvieron de parapeto ante las constantes ofensivas de las tropas cristianas, que intentaban reconquistar el territorio a los árabes.

Los siglos XII y XIII fueron una interminable lista de acontecimientos militares, dónde se ganaban y perdían constantemente castillos y pueblos. La población sufrió enormemente las consecuencias de la guerra, prefiriendo abandonar el territorio para trasladarse a otros lugares más seguros situados al sur. Solamente los más valientes se atrevieron a quedarse, soportando los incidentes bélicos.

Fueron sobre todo los pastores trashumantes los que mayor beneficio obtuvieron de ese abandono, pues los campos y dehesas quedaron libres para que pastasen en ellos sus ganados de ovejas y cabras. De ese modo el paisaje humano fue muy hostil. Solamente se veían destacamentos de militares y, de cuando en cuando, algún rebaño lanar. El resto era territorio yermo y asolado por la guerra.

Transcurrió el tiempo y definitivamente, el año 1212, aprovechándose de las repercusiones que había tenido la victoria cristiana en la batalla de las Navas de Tolosa, el rey leonés Alfonso IX lanzó una ofensiva que logró dominar toda la comarca zarceña, expulsando a los musulmanes que residían en ella.

A partir de ese momento comenzó un apasionante proceso repoblador. Fueron llegando muchos campesinos procedentes de las provincias de Salamanca, Ávila y en general del área asturgalaica-leonesa. Esto es fácil de comprobar en la toponimia que aún se conserva en nuestros días. Nombres como Sequeros, Peñas Rubias o Vado Gallego remiten a dichos ancestros poblacionales. Incluso hasta las mismas familias de los pastores trashumantes, que hasta entonces habían sido los únicos en habitar la zona, pasaron a vivir definitivamente en ella.

Lucha

Es en este ambiente de nuevos habitantes dónde surge con fuerza el nombre de una aldea, anteriormente simple majada pastoril, llamada La Zarza. Su propia denominación indica la intensa transformación que sufrió el paisaje con la llegada de colonos. Lo que antes era monte de zarzas y matorral, gracias a los recien llegados se convierte, poco a poco, en un núcleo de población de interés.

Mención aparte de la repoblación, es necesario indicar cuáles son los agentes responsables de llevarla a cabo de forma organizada, administrando la tierra y el reparto de su riqueza. En este sentido hemos de hablar de una institución muy conocida: la Orden Militar de Alcántara.

Gracias al apoyo que ofrecieron a los reyes para conquistar toda la zona, sus freires fueron recompensados posteriormente con el dominio de amplios territorios, sobre todo los situados en el flanco oeste de la provincia cacereña, dónde se encontraba La Zarza y toda su comarca.

Para poder desarrollar mejor su tarea administrativa, los monjes de la Orden alcantarina dividieron la jurisdicción en porciones, llamadas cada una de ellas Encomienda.

Una Encomienda constaba de un lugar central desde dónde se dirigía el territorio que le era asignado, el cual comprendía varias aldeas de menor importancia, montes, dehesas y en general todo lo necesario para mantener a los que vivían en el ámbito de dicha Encomienda.

En el caso particular de la zona zarceña, la sede de su Encomienda fue instalada en el castillo de Peñafiel, nombre cristiano con el que se denominó el antiguo Racha Rachel. Bajo su radio de influencia estaban las aldeas de La Zarza, Benavente, Santa María de Sequeros, Peñas Rubias y Valdealcaldes. En total una jurisdicción que cubría más de 167 km2. En el año 1251 ya aparecen citados en un documento eclesiástico todos estos lugares.

A partir de ese momento los habitantes tuvieron que hacer frente a una serie de problemas que fueron produciéndose con el propio progreso de las formas de vida. Las prácticas feudales, muy ceñidas a los tiempos pasados de la reconquista, caracterizadas por su talante militar, hubieron de dejar paso a otras modalidades más abiertas. No obstante, los cambios no se hicieron de forma pacífica, y en numerosas ocasiones fue necesario acudir al uso de las armas. Durante todo el siglo XIV hubo varios ataques a pueblos y castillos, como el sufrido por La Zarza, que provocó incluso su abandono, aunque afortunadamente, en 1356, se volvió a recuperar su población gracias a la Carta de Fuero otorgada por el maestre de Alcántara, don Suero Pérez. Sin embargo otros núcleos acabaron por desaparecer definitivamente: Benavente, Sequeros…, ya no tenían razón de ser en unos tiempos muy diferentes a los de sus respectivas fundaciones. Poco a poco los vecinos de La Zarza se convirtieron, junto al grupo de soldados del castillo de Peñafiel, en los únicos habitantes de la comarca.

Dejando de lado las notas precedentes, un hecho fundamental para la historia de los zarceños durante la Edad Media iba a ser la creación del reino de Portugal, cuyo territorio se había ido configurando desde los tiempos de la reconquista y terminó por proclamarse como nación independiente el año 1128. Desde ese instante, y dado que La Zarza se hallaba en la misma línea de frontera con el país luso, la influencia de esa extrema cercanía iba a influir notablemente en su futuro, tanto en lo positivo como en lo negativo.

En referencia a lo último las guerras fueron las protagonistas, pues debido a las intenciones de los reyes castellanos por hacerse con la corona portuguesa, se sucedieron en los lugares de la raya fronteriza, muchos ataques entre soldados de uno y otro bando. La Zarza resultó ser uno de los perjudicados por las trifulcas, llegando los lusitanos a incendiar el lugar a finales del siglo XV. Poco antes, y debido a nuevas peleas entre el estamento nobiliario, también la Zarza se vio involucrada negativamente. Era el año 1473 y entonces fue el castillo de Peñafiel la diana de los ataques.

Pero también la cercanía de Portugal ofreció aspectos positivos, sobre todo en el ámbito comercial. La Zarza se convirtió en un punto muy importante para el tránsito de comerciantes y viajeros, que pasaban de un lado a otro de la Raya con sus mercancías con total normalidad. En este sentido, desde los primeros intercambios, surgió una manera de vivir paralela a las normas oficiales de canje de productos. Nació así el contrabando, un sistema ilegal que iba a ser básico para mantener a la mayor parte de las familias zarceñas, que veían en él su única salida para sobrevivir en un mundo dominado por el poder de La Mesta, los freires alcantarinos, la nobleza y los hidalgos enriquecidos.

Ese ambiente era la antesala dónde se abrían las esperanzadoras puertas para entrar en la Edad Moderna, dejando atrás los tiempos oscuros y difíciles de la Edad Media.